La convivencia en la pareja, no siempre es lo que esperamos
La convivencia en la pareja, no siempre es lo que esperamos
Enamorarse es fácil
Quién no se ha enamorado alguna vez. Enamorarse es sorprendentemente fácil. Puede suceder rápidamente en cuestión de minutos o segundos, o generarse de una forma más lenta y gradual. Una mirada, una sonrisa, un roce…
Sentir “mariposas” en el estómago cuando damos nuestro primer beso es fácil. También lo es sentir que nuestro corazón salta descontrolado cuando unas manos nos acarician por primera vez. Es fácil experimentar el amor cuando dos personas se miran embelesadamente a los ojos.
Pero cuando esos primeros momentos pasan, es igualmente fácil olvidar cómo sucedió. Es fácil comenzar a sentirse solo, y es fácil comenzar a creer que la hierba es más verde al otro lado. Sí, enamorarse es fácil, casi demasiado. Lo difícil es mantener la llama del amor a lo largo del tiempo.
Después del enamoramiento, la persecución y, sí, la captura, el amor se ralentiza. A medida que pasa el tiempo, la pasión se desvanece, las chispas se disipan y sentirse amado es lo normal. No hay más misterio. No hay más factor sorpresa. Ahora, es solo la vida cotidiana. Entonces, ¿cómo lo hace la gente? ¿Cómo logramos mantener una relación de pareja a largo plazo?
Sólo hay una clave para el amor: Tienes que elegirlo todos los días.
Mantener el amor es difícil
Cuando nos enamoramos nuestras emociones las llevamos al máximo nivel. Todo en la otra persona nos parece interesante, único, maravilloso…
Pero permanecer enamorados es una elección. Es un proceso activo de toma de decisiones que requiere trabajo y dedicación. Es fácil enamorarse de alguien por todas sus buenas cualidades: inteligencia, hermosura, simpatía… Estas cosas son fáciles de amar.
Seguir enamorados es la parte difícil. El velo se disipa y solo quedan dos personas defectuosas que intentan encontrar nuevas formas de enamorarse.
Empezamos a quedarnos sin cosas de qué hablar, nos encontramos contando las mismas historias una y otra vez. Y los parches que tapaban nuestros ojos y que nos impedían ver las imperfecciones de la otra persona desaparecen lentamente.
Tal vez sean pequeñas cosas, como que siempre se olvide de los días importantes, o que ya no sea tan atento como solía ser. Tal vez sean cosas más grandes, como ponerse a gritar cuando ha tenido un mal día o las cosas no son como él o ella desearía que fueran.
La cuestión es que, al final del día, dado que nadie es perfecto y todos volvemos a casa con nuestra propia mochila de defectos, nos damos cuenta que mantener la llama del amor no es tan fácil ni bonito como nos pareció en un principio.
Las personas que se enamoran y permanecen unidas no lo hacen porque no tengan otra opción, ya que cada día es una elección.
El roce, ¿hace el cariño…?
Se sabe que muchas parejas se separan después del verano, también después de las Navidades. Está comprobado que cada vez hay más separaciones en las parejas, y muchos matrimonios no llegan al año, por no cumplir las expectativas depositadas.
A menudo las parejas no son del todo conscientes de lo que implica convivir, en el día a día juntos, recién levantados por la mañana, realizando las tareas domésticas, compartiendo baño…, las personas se dan cuenta de que no siempre es lo que esperaban. Por ambas partes se generan un gran número de expectativas que a menudo no es posible cumplir. Y la convivencia puede desembocar un caos de enfados y reproches mútuos, que hacen que la pareja no sea capaz de seguir adelante en armonía.
Racionalizar la relación de pareja y ser considerados
Ahora bien, si queremos mantener una buena relación de convivencia, lo mejor que podemos hacer es tener unas expectativas realistas y sobretodo, mostrar respeto, buena comunicación y buenas dosis de paciencia y tolerancia, siendo conscientes de que las cosas a veces no serán como imaginamos o deseamos.
No siempre estaremos de buen humor ni con ganas de reírnos, pero si de verdad la persona con la que compartimos nuestra vida nos llena y hace felices, hay que intentar cuidar la relación y los detalles, y la comunicación especialmente.
Las pequeñas cosas son tan importantes como las grandes
La convivencia se compone de pequeñas cosas, momentos cotidianos que se repiten una y otra vez. Hay que ser respetuosos, empáticos con los deseos y necesidades del otro, llegando a acuerdos mutuos, cediendo cuando sea necesario y dejando espacio y tiempo libre para ambos, pero sobre todo, mostrando madurez en la forma de comunicarse.
La mayoría de parejas discuten por cosas cotidianas que podrían llegar a consensuarse con relativa facilidad y con una comunicación asertiva. Hay personas que pueden ser muy educadas hablando y a la vez, ser agresivos/as u hostiles, culpabilizando o haciendo sentir responsable al otro de no ser lo que esperan de ellos. La comunicación agresiva y con gritos tampoco es el camino de una relación duradera.
Por todo esto, debemos hacer en primer lugar, un autoexamen de nuestro comportamiento habitual, ya que los problemas entre dos personas generalmente es cosa de ambos y no de uno solo, aunque no queramos ver nuestras fallas. Como dice el refrán, «es más fácil ver la paja en el ojo ajeno que la viga en el mismo». Intentemos pues mejorar aquellos aspectos que pueden ser especialmente molestos. Luego, podremos empezar a encarar de forma más madura y empática los problemas que nos genera la convivencia con el otro.
No hay que perder la fe, ya que si ambos desean que la relación se convierta en algo duradero y hermoso, hay muchos caminos para lograrlo.