Qué son la inteligencia fluida y la inteligencia cristalizada

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Qué son la inteligencia fluida y la inteligencia cristalizada

La inteligencia fluida y la inteligencia cristalizada son dos formas de inteligencia que se complementan y trabajan de forma conjunta para formar nuestra inteligencia general.

¿Qué son la inteligencia fluida y la inteligencia cristalizada?

Para entender estos dos tipos de inteligencia, primero tenemos que hablar del psicólogo Raymond Cattell. En los años 60, Cattell propuso su teoría de la inteligencia en la que enunciaba que la inteligencia no era algo monolítico, sino que se componía de dos tipos distintos: la inteligencia fluida (GF) y la inteligencia cristalizada (GC).

La inteligencia fluida se refiere a la capacidad para resolver problemas nuevos y razonar de manera abstracta, sin depender del conocimiento previo (o con una dependencia mínima), y se relaciona con habilidades importantes como la comprensión, la resolución de problemas y el aprendizaje. Algunos ejemplos de tareas que implican a la inteligencia fluida son la clasificación de figuras, las series de números y letras, etc.

Por otro lado, la inteligencia cristalizada es la habilidad para utilizar la información, habilidades y experiencia adquiridas previamente para resolver problemas. Algunas tareas o conocimientos que implican el uso de la inteligencia cristalizada son el vocabulario, la información general, las analogías abstractas de palabras y la mecánica del lenguaje.

La inteligencia fluida está ubicada principalmente en la corteza prefrontal, una región del cerebro involucrada en la toma de decisiones, el pensamiento abstracto y la solución de problemas, mientras que la inteligencia cristalizada, se relaciona más con las áreas temporales y parietales del cerebro, que están vinculadas al almacenamiento y recuperación de la información.

La inteligencia fluida nos permite adaptarnos a situaciones nuevas y desconocidas, mientras que la inteligencia cristalizada nos permite utilizar el conocimiento adquirido para tomar decisiones informadas.

Además, estas dos formas de inteligencia trabajan juntas para ayudarnos a alcanzar nuestros objetivos en la vida, ya sea en el ámbito académico, laboral o personal.

El problema de los pacientes del hospital de Horn

El psicólogo John L. Horn, antiguo alumno de Cattell que colaboró con él en el desarrollo de los conceptos de la inteligencia fluida y cristalizada propuso el siguiente problema para entender mejor ambos tipos de inteligencia.

En un hospital hay 100 pacientes. Un número par de pacientes tiene una sola pierna pero usan zapatos mientras que la mitad del resto de pacientes están descalzos. ¿Cuántos zapatos usan en total?

Si utilizamos la inteligencia cristalizada, podríamos aplicar los conocimientos de algebra que se imparten en secundaria y concluir que la fórmula para calcular el número de zapatos sería la siguiente: x + 1/2(100 – x) *2, donde x es igual al número de pacientes con una sola pierna y (100 – x) es el número de pacientes de dos piernas. Tras solucionar la ecuación obtenemos que el número de zapatos es igual a 100.

En cambio, una persona sin conocimientos previos de álgebra podría utilizar su inteligencia fluida y razonar lo siguiente: decir que la mitad de las personas con dos piernas no llevan zapatos es equivalente a decir que todas las personas con dos piernas llevan un solo zapato, por lo que si afirmamos que todas las personas, tanto las que tienen una pierna como las que tienen dos piernas, llevan un solo zapato el total de zapatos será igual al total de pacientes del hospital, es decir 100.

Se trata de dos enfoques distintos para resolver un mismo problema que muestran de manera clara cómo utilizamos cada uno de los dos tipos de inteligencia.

Evaluar y potenciar la inteligencia fluida y cristalizada

Se considera que, la inteligencia fluida es un predictor eficaz de la capacidad de una persona para trabajar bien en entornos caracterizados por la complejidad, la incertidumbre y la ambigüedad, y es por ello que los departamentos de recursos humanos aplican distintas pruebas para evaluar la capacidades de los candidatos.

De hecho, un estudio de 2021 demostró que la inteligencia fluida medida en la infancia puede predecir los ingresos del mercado laboral en la edad adulta.

Existen diversas pruebas y test que nos permiten evaluar la inteligencia fluida y la inteligencia cristalizada. Un ejemplo es el Test de Matrices Progresivas de Raven, que mide la inteligencia fluida al evaluar la capacidad de razonamiento abstracto y la habilidad para resolver problemas nuevos.

También la Escalas de inteligencia de Wechsler para niños tiene algunos apartados que evalúan la inteligencia fluida.

Para potenciar la inteligencia fluida, se recomienda realizar actividades que desafíen el cerebro, como resolver rompecabezas, aprender un nuevo idioma o resolver sudokus, por ejemplo.

En cuanto a la inteligencia cristalizada, podemos mencionar el Test de Vocabulario en Imágenes Peabody, que evalúa la comprensión del vocabulario y la habilidad para utilizar el conocimiento adquirido.

Dado que la inteligencia cristalizada es fuertemente dependiente de los conocimientos adquiridos, en general una prueba de conocimientos en el área de interés puede ser una prueba efectiva del nivel de inteligencia cristalizada de la persona.

En el caso de la inteligencia cristalizada, se pueden fortalecer las habilidades mediante el estudio, la práctica y el aprendizaje en áreas de conocimiento específicas.

Evolución de la inteligencia fluida y cristalizada con la edad

Existen algunos estudios que sugieren que la inteligencia fluida tiende a disminuir con la edad, mientras que la inteligencia cristalizada tiende a aumentar a medida que envejecemos y adquirimos más conocimientos y experiencia.

En concreto, se comprobó que la inteligencia fluida alcanza su punto álgido alrededor de los 20 años y luego disminuye gradualmente, probablemente debido la falta de práctica o como resultado del declive del cerebro relacionado con la edad.

En cambio, la inteligencia cristalizada aumenta de manera gradual y se mantiene relativamente estable durante la mayor parte de la edad adulta, hasta llegar a los 65 años cuando comienza su declive.

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